Reja del Real Monasterio de Nuestra Sra. de Guadalupe

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La reja consta de cinco paños. De éstos, el central está formado por tres cuerpos y ático, distribuyéndose en cinco calles. La compartimentación en calles es realizada por pilares, barrotes de mayor grosor, que además de servir de elementos sustentantes se convierten en los elementos de articulación del conjunto. En la central, mucho más ancha, se alberga, en el cuerpo inferior, la puerta de dos batientes. En cuanto a los cuerpos, los dos inferiores, están formados a base de barrotes entorchados cuyos tercio superior, en el cuerpo bajo, e inferior, en el alto, se adornan con formas lanceoladas y circulares. Ambos cuerpos se encuentran separados con un potente friso, bandas de desarrollo horizontal, que no sólo rompen la monotonía de los barrotes, si no que también sirven de enmarque a elementos decorativos, remate del segundo cuerpo, o albergan la inscripción alusiva a la fundación y patronazgo del templo como en el friso inferior. El tercer cuerpo, de menor altura que los anteriores, es el más liviano de toda la estructura y el que ofrece una mayor riqueza ornamental. En éste, las cintas caladas o filacterias y diversos elementos vegetales se enlazan formando arcos mixtilíneos, claramente heredados del mundo gótico. Junto a ellas, coronas de laureles, procedentes de un incipiente lenguaje renacentista, encuadran diversos escudos heráldicos de carácter religioso. Estos motivos, realizados en chapas recortadas, se completan con los flameros, prolongación de los elementos de compartimentación de las calles, y roleos y grifos de tradición clásica.

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En los paños laterales, los más próximos al conjunto central, siguen su misma estructura, aunque éstos son de menor altura, al estar formado tan sólo por dos cuerpos. De ellos, el inferior es ocupado por barrotes, mientras que en el superior y en su remate se utilizan los mismos elementos decorativos de la ya comentada. Sin embargo, los paños más exteriores, con la misma altura que los anteriores, se encuentran dividido en tres cuerpos, siendo el segundo de menor anchura. Tanto el primero como el segundo constan de barrotes, mientras que el tercero presenta una serie de motivos góticos coronados por un ancho friso de decoración vegetal.

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Los autores de la reja son los frailes dominicos Francisco de Salamanca y Juan de Ávila. El primero de ellos, natural de Salamanca, había ingresado en la cartuja de Miraflores, para pasar más tarde a la del Paular, siendo en estos conventos donde se encuentran sus primeras obras. Hacia 1493 deja la orden cartuja para ingresar en la dominica, trasladándose entonces a Ávila, donde conocerá a su colaborador Juan. Juntos, y tras construir la reja que cierra la parte baja del sepulcro de Alonso de Madrigal el Tostado en el trasaltar de la catedral de esta ciudad, pasan a Villaescusa de Haro (Cuenca) y a Guadalupe, en un peregrinar que tendrá como fin la ciudad de Sevilla. Es en la ciudad hispalense y en colaboración con Antonio de Palencia, donde realizan la monumental reja de la capilla mayor de su templo catedralicio, apareciendo por primera vez el balaustre, en sustitución de los barrotes torsos, y que tanta repercusión tendrán en la rejería posterior.

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Por tanto, a pesar de la importancia que tiene la reja de Guadalupe y lo maravilloso y perfecto de su trabajo en forja, habría de considerarla como una obra de transición, en la que los autores ensayan, dentro de las fórmulas góticas, las nuevas influencias platerescas de un renacimiento incipiente, y cuyas máximas consecuencias se encuentran en las realizaciones sevillanas.

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La decoración y técnica constructiva está basada en la voluta formada por ejes o barras, sobre las que se unen por medio de grapas o soldaduras de forja elementos repetitivos e independientes: como volutas dobles y simétricas. Los barrotes son de labor retorcida, a veces dobles, abriéndose en perfiles cuadrangulares a la vez que forman rombos.

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Niños durante el proceso de limpieza

Los frisos, de planchas recortadas y repujadas se complementan con chapas caladas y con relieve que ilusionan elementos vegetales y figurativos. En el copete, la distribución cuadrangular permanente, está jerarquizada en cuanto a amplitud, pero mantiene de manera constante los espacios lobulados, dibujados o distribuidos por los barrotes de sección circular, profusamente decorados de chapas caladas y realzadas. Aparecen remaches sosteniendo las partes constitutivas de frisos, aunque con posterioridad estos están sujetas a la estructura por medios de engarces acuñados de manera mecánica.

Todo el conjunto descansa sobre un pequeño zócalo de piedra, a excepción claro está de las puertas de accesos. Como medida de seguridad el cuerpo central aparece sujeto a las pilastras por medio de unas cortas vigas. Éste, se levanta sostenido por gruesos barrotes de perfil octogonal, que son cuadrangulares en las calles laterales que a su vez, las encontramos trabajadas con una espléndida labor de cincelado.

La plasticidad de todo el conjunto de la reja se acentúa con la policromía a base principalmente de dorados, profusamente acentuados en el copete. Los dorados están dispuestos a la sisa y las partes de hierro están protegidas con barnices de aceite a la manera tradicional.

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Estado de conservación inicial: la decoración a base de dorados se conservaba de manera general en todas las superficies dispuestas para ello y ha sufrido, como es lógico, una erosión constante; ésta se acentúa en la zona inferior, donde ha padecido con más rigor las periódicas limpiezas. La adherencia de la capa de oro al hierro era precaria, motivado principalmente por la mineralización del hierro que ha provocado la exfoliación de la capa de preparación, debiéndose a ésta causa el desprendimiento y pérdida de pequeñas partículas de dorado.

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El hierro forjado de la reja, llamado también pudelado, es de color gris claro y se observa en él una textura fibrosa por lo que no contiene más de un 0’4 % de carbono. En áreas de molduras y florituras aparece el hierro fundido. Sobre el pan de oro, de menos de 5 micras de espesor, se observa una corla de goma laca seguida por otra de cola animal. En los pigmentos de la policromía se encuentran: albayalde, negro carbón, bermellón, minio de plomo, tierras rojas, laca roja y tierra ocre.

Fueron desmontadas casi el 80 % de las piezas integrantes y tratadas en un taller especialmente habilitado para ello dentro del monasterio, donde se eliminaron los estratos de polvo, suciedad y óxidos, para consolidar posteriormente las capas de dorado y policromía.

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El área que ocupa la reja es de 185 m2 por cara, lo que da un total de 370 m2 de intervención, que fue realizada en el período del 11 de noviembre de 1996 al 30 de mayo de 1997, con el aporte de unas ocho mil horas de trabajo y supervisada por el Instituto del Patrimonio Histórico Español con el patrocinio de Iberdrola.

http://agorarestauraciones.com/reja_guadalupe.htm

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