EVOLUCIÓN DE LAS REJAS HISPANICAS

Sin ninguna duda el hierro ya era conocido en la Antigüedad (Edad del Bronce), las excavaciones nos demuestran el carácter ornamental más que práctico. Con los Celtíberos la producción de hierro se destina a espadas, flechas, lanzas, bocados de caballo, martillos, hachas y fíbulas. Sin duda alguna esta industria y la riqueza minera de toda la península fueron una de las causas de estímulo para los colonizadores fenicios y griegos, que comerciaron con los objetos de hierro, extendiéndolos por toda la cuenca mediterránea.

Con los romanos, el desarrollo de las formas llega a gran esplendor, así las piezas más utilitarias, rejas de arado, azadas, podaderas…, (aunque los romanos dada la gran calidad del trabajo de los forjadores hispanos, respetaron y alabaron) técnicamente impecables.

Con los Visigodos se siguen confeccionando objetos de guerra y caza, útiles de labor, frenos de caballo, broches de cinturón, fíbulas. La decoración es a base de motivos geométricos. Adoptan el estilo del norte, y en los broches de cinturón, aparecen chatones de bronce y vidrio en las placas, o bien damasquinados en plata y cobre (ejemplo, broches Museos de los Concilios).

Durante la denominación islámica, vienen las influencias persas, donde se desarrolla un trabajo combinado entre la herrajería y la orfebrería.

En esta época la producción más destacada es la cerrajería, arcas y cofres metálicos, llaves, clavos, jaeces y armas. La rejería decae ya que los musulmanes cierran sus huecos y vanos con celosías de mármol, yeso o madera, y en sus puertas el chapado y clavazón de bronce.

Sin embargo en las iglesias mozárabes donde por defensa sobre todo, aparecen redes de hierro, barandas y verjas. Lo más frecuente son las rejas protectoras de ventana de no grandes dimensiones.

Ya en el siglo XI, una vez conquistada Toledo por Alfonso VI, los presbiterios y capillas se separan de los fieles mediante rejas. La altura se ha ido incrementando. Su aspecto más ornamental y sus barrotes comienzan a rematarse con pinchos incurvados, siendo el antecedente de las formas avolutadas.

A finales del siglo XI, se produce un descubrimiento importante, la soldadura a la calda. Este sistema permite realizar con el metal las más complicadas trazas, hasta el punto que hoy los grandes artistas de la forja como Antonio Valmaseda lo prefieren al resto de soldaduras.

En el siglo XII, la rejería empieza a tomar su concepto definitivo, dentro de las funciones que la arquitectura le confiere, muro, tabique y lienzo aislante, ya no son sólo cierres funcionales capaces de proporcionar seguridad, sino además elementos plásticos y visuales, transparentes y simbólicos, comienza una evolución estilística perfectamente imbuida en las corrientes de la historia del arte que a lo largo del Románico, Gótico, Renacimiento, Barroco y siglo XIX, llegará hasta nuestros días.

La finalidad característica de la reja es cerrar un hueco, aunque no es necesario que lo haga totalmente; mientras la verja, en general de poca altura, tiene por misión aislar un recinto o rodear algún monumento. Pero junto a este fin puramente utilitario, hay que añadir la intención del rejero de crear una obra de arte que sirva de ornato a la vez que de defensa o seguridad. El material normalmente empleado es el hierro, que, hasta entrado el s. XIV, se obtenía extrayéndolo directamente del mineral, el cual se calentaba en el horno al rojo y se martilleaba antes de que se derritiese para separar los cuerpos extraños; los artesanos recibían entonces el producto en grandes piezas de las que arrancaban la porción necesaria. Posteriormente, sobre todo a partir del s. XV, lo recibirán ya en forma de producto semielaborado, bien en lingotes, bien en planchas o chapas, lo que redundará en una mayor facilidad para trabajarlo. A fines del s. XV y principios del XVI encontramos, por vez primera, algunas piezas en hierro fundido, pero este sistema no se generaliza hasta el s. XVIII.

Rejerías románicas y góticas. La r. puede decirse que da sus primeros pasos hacia el s. XII. El principal motivo decorativo empleado en las rejas románicas es la doble voluta adosada a los lados de barras verticales de sección cuadrada a las que se unen por medio de clavos o abrazaderas. Generalmente, la superficie de la reja se divide en rectángulos y dentro de ellos barras verticales, en algunas ocasiones oblicuas, con la citada decoración, lográndose así un espeso enrejado acorde con la buscada finalidad de defensa o aislamiento. Destacan en esa época las rejas francesas, si bien en España se conservan algunas de gran calidad, p. ej., la de la capilla del Sagrario de la catedral de Palencia o la reja de S. Vicente de Ávila. A diferencia de la época anterior, la reja gótica sigue, en su evolución y formas decorativas, el mismo camino y modificaciones que la arquitectura de su tiempo. Se emplea con preferencia la barra de sección circular o la de sección cuadrada, colocada en arista, es decir, que es el canto y no la superficie plana la que da al exterior. Al ser las entradas de las capillas más elevadas, los barrotes son también de mayor longitud y, por la misma razón, empiezan a construirse rejas de dos o más cuerpos de altura.

Para evitar la monotonía suelen alternarse, ya en el s. XIV, barrotes en espiral con otros cuadrados, que, a veces, se abren, dando lugar a formas lobuladas, rombos y otras figuras. Una decoración que se repite con frecuencia es el enrejado con círculos que incluyen cuadrilóbulos; éste y otros motivos decorativos similares no son otra cosa que imitaciones de las ventanas y arquerías góticas. Para las cenefas y frisos que recorren horizontalmente la reja se emplea como novedad la plancha recortada que, si bien en un principio es completamente lisa, no tarda en decorar su superficie por uno de estos dos sistemas: el de plancha realzada, que viene a ser un elemental repujado, o el de plancha calada. Un paso más es el trabajo en doble plancha calada, de uso frecuente desde mediados del s. XV, que consiste en superponer dos o más planchas caladas con el mismo dibujo, aunque de anchos progresivamente menores, para dar una mayor impresión de relieve.

En la decoración del remate de las rejas góticas se sigue la evolución y paulatina complicación de las formas decorativas de la arquitectura de la época. Comienza siendo una simple terminación de los barrotes en forma de pinchos dispuestos hacia afuera, como pétalos de una flor, que después se convierten en cardinas, para terminar en el s. XV con complicadas cresterías en las que, con anchas cintas, se dibujan arcos conopiales y otros motivos del gótico final. En esos momentos, los rejeros alemanes, no contentos con la riqueza de ornamentación en los remates, la extienden a toda la superficie de la reja; los motivos sacados de la arquitectura monumental van desapareciendo y se toma como modelo el dibujo de las espirales y rasgos caligráficos de los copistas de libros.

Renacimiento. En el Renacimiento, la r. italiana toma de nuevo por modelo la arquitectura con sus formas macizas y estáticas. Hay una mayor predilección por las rejas fundidas en bronce, como la de la catedral de Prato, aunque no desaparecen las realizadas en hierro forjado. En estas últimas, prácticamente no se hace otra cosa que desarrollar las formas tradicionales románicas, dividiendo la superficie en rectángulos que se rellenan con volutas o formas en s. Mayor importancia tienen en Italia los porta antorchas y portaestandartes, que adornan los muros de los palacios de esa época. Frente a la sensación de reposo y claridad de las rejas italianas, en Alemania se mantiene y exagera la fantasía lineal del gótico tardío. El enrejado se cubre por completo de formas dinámicas, de espirales enlazadas de las que brotan ramas con hojas y flores, ornamentación que recuerda, como ya se dijo, la de los calígrafos contemporáneos.

Estudio aparte merece la r. renacentista española, ya que, a partir de finales del s. XV y durante todo el s. XVI, el arte de la construcción de rejas alcanza en España tal importancia que pasa a ocupar por derecho propio un puesto fundamental en la Historia del Arte. La evolución de la r. renacentista es en cierta manera análoga a la de la arquitectura; comienza con una serie de rejas que aún se mantienen dentro del mundo gótico, pero en las que se presiente la llegada del Renacimiento. Después, desde principios del s. XVI, se introducen plenamente las formas renacentistas, acordes con la arquitectura plateresca del momento para terminar, en el último tercio del siglo, con rejas cuya sobriedad y simplicidad recuerdan los edificios herrerianos. Las rejas de transición del gótico al Renacimiento, por su traza, presentan un marcado carácter tradicional, pero en sus detalles se implantan paulatinamente los motivos decorativos renacentistas, frente al naturalismo de finales del gótico. Los remates se decoran con cenefas o grandes cintas en doble plancha calada, desarrolladas en formas curvas que se cortan y entrelazan y que se completan con varillas sobre las que se sueldan planchas recortadas como vástagos, hojas y florones, más o menos estilizados, en riguroso paralelismo, pero sin llegar al grutesco del Renacimiento; a veces, esas varillas dibujan volutas terminadas en una figura de santo. Su ímpetu ascensional, reforzado por la utilización de los flameros en el remate a manera de pináculos góticos, queda un tanto reducido por las fajas horizontales con ornamentación en placas recortadas.

Es en esa época cuando, como ya dijimos., aparecen por vez primera trabajos en hierro fundido, siendo los que se encuentran en los fondos de chimeneas los primeros motivos decorativos, si bien este procedimiento no se empleará corrientemente hasta muy entrado el s. XVIII. Las rejas propiamente renacentistas se dividen en dos o tres cuerpos delimitados por anchas fajas o frisos horizontales. En los diferentes pisos, una serie de balaustres se intercalan entre pilares y columnas. Finalmente, se remata la reja con un copete formado por flameros, candelabros, figuras mitológicas y sagradas, medallones y crestería renacentista. En la reja plateresca domina, pues, el carácter constructivo, y se advierte en su estructura una clara tendencia a lo arquitectónico frente a las formas puramente lineales del último gótico. En algunos casos, el armazón de la reja se hace de gruesas vigas de madera que se recubren con planchas repujadas para, de este modo, adquirir unas proporciones que serían difíciles de conseguir con elementos macizos. Se acentúa la horizontalidad, cada barrote termina en sí mismo, y se introducen temas de tres dimensiones, que acaban Con la concepción en plano de las rejas góticas.

Los soportes fundamentales son de sección cuadrada, trabajándose las superficies planas por repujados con grutescos en relieve. El balaustre, elemento esencial de la arquitectura plateresca, posiblemente es empleado antes por los rejeros, dispuesto en sus obras como elemento destacado y que, si en un principio se forjaba, después fue labrado a torno. Las técnicas de doble plancha calada y la realzada se sustituyen por la labor de repujado, p. ej., en los anchos frisos, en donde puede admirarse toda la teoría decorativa de formas renacentistas: grutescos, figuras, medallones, etc. A medida que avanza el plateresco, el repujado aumenta en volumen, y los relieves se destacan de los marcos que pretenden limitarlos. La preocupación ornamental se consigue a base no sólo de la decoración de frisos y pilares, sino también por el dorado.

Desde la segunda mitad del s. XVI, el sentido arquitectónico y monumental llega a ser casi el fin único pretendido por los rejeros españoles; les interesa más la impresión de conjunto y la perfecta ordenación de las superficies, con predilección por los entablamentos, que la sensación de riqueza y el amor por los detalles de la r. plateresca. Consecuencia inmediata fue la desaparición de los relieves en pilares y frisos, con la consiguiente pérdida de importancia del repujado. La simplicidad y sobriedad decorativa llegó hasta los remates en los que únicamente se permiten los típicos ornamentos de pirámides y bolas, característicos de los edificios herrerianos. La relación de los maestros rejeros y de las labores de r. del Renacimiento español sería interminable, por eso nos limitaremos a destacar los más importantes.

En la transición del gótico al Renacimiento es necesario señalar dos personalidades: fray Francisco de Salamanca y Juan Francés. Obra importante del primero es la reja del monasterio de Guadalupe, realizada en colaboración con Juan de Avila y terminada en 1510. Juan Francés ejecuta, entre otras muchas, la reja del altar mayor de la catedral de Burgo de Osma y las de la iglesia magistral de Alcalá de Henares. El estilo de estos dos maestros es seguido en toda la Península por una serie de discípulos e imitadores. Ya en pleno Renacimiento son varias las ciudades que concentran la producción de rejas. Podemos señalar una escuela burgalesa alrededor de Cristóbal de Andino, cuya obra maestra es la reja de la capilla del Condestable, de la catedral de Burgos, escuela que se expande hacia Falencia y Valladolid. Otra escuela toledana extiende su prestigio por casi toda España, con Francisco Villalpando y Domingo de Céspedes, autor, el primero, de la reja del altar mayor de la catedral de Toledo y, el segundo, de la del coro de la misma iglesia. En Andalucía, sobresale el maestro Bartolomé con obras en Granada -reja de la Capilla Real, firmada- y en Übeda; merecen mención especial las rejas del altar mayor y la del coro de la catedral de Sevilla, en las que colaboraron diversos rejeros, entre ellos Sancho Muñoz, el ya citado fray Francisco de Salamanca y el mismo maestro Bartolomé. Ya en la segunda mitad del s. XVI, aparece una escuela de .gran originalidad con Hernando de Arenas en Cuenca, sobre precedentes conquenses de abolengo toledano. Muy importante es también la escuela de los Celma, Juan Tomás y su sobrino Juan Bautista, con sus creaciones en Santiago de Compostela, Burgos y Zaragoza.

Barroco. Durante el barroco, Francia ocupa el primer puesto en la r. europea. La característica de la época, de acuerdo con la nueva estructura social evidentemente urbana y cortesana, radica en la llamada grille d’honneur o verja principal de entrada a palacios y residencias nobiliarias francesas. La verja, tratada arquitectónicamente, entra en relación con el espacio exterior. El efecto de conjunto queda determinado por las barras cuadradas verticales colocadas no en arista, como habíamos visto en las rejas españolas, sino con su superficie plana de cara al espectador, y adornadas en sus extremos con afiladas puntas de lanza y borlas. El remate se adorna con una rica ornamentación de insignias y escudos, rodeados de diferentes motivos decorativos. El movimiento se refugia, pues, en la parte superior, y prevalece sobre él la estructura estática vertical del cuerpo central.

El modelo de este tipo de rejas, propio de la época de Luis XIV, se tomaría de las del palacio de Versalles. Con la Regencia y durante el reinado de Luis XV, la anterior severidad académica y clasicista cede el paso a una mayor libertad, que se mantiene dentro de lo arquitectónico, pero el remate se desenvuelve en motivos de. rocalla. De esta manera, se consigue una perfecta síntesis de la estabilidad de las barras verticales y la inestabilidad de los accesorios ornamentales. Uno de los ejemplos más representativos de ese momento lo constituye la reja que rodea la plaza Stanislas de Nancy, obra de Jean Lamour.

Neoclasicismo. El estilo de Luís XVI implanta de nuevo la severidad arquitectónica, con la que comienza el neoclasicismo. Los marcos laterales de las puertas son gruesos pilares de sección cuadrada, se olvida la riqueza decorativa en los remates y se vuelve a las puntas de lanza y borlas de la época de Luis XIV. En general, la línea curva es vencida por la recta, con lo que el conjunto de la reja da una impresión de mayor dureza y sequedad, pero a la vez de mayor dignidad. Un ejemplo de este estilo son las rejas del palacio de Justicia de París. La r. barroca alemana lleva hasta sus últimas consecuencias la reja rococó francesa; el equilibrio entre lo arquitectónico y lo decorativo que todavía se mantenía en esta última se quiebra a favor de la ornamentación. En ocasiones, se pretende buscar un efecto escenográfico mediante la disposición de los barrotes, de tal forma que den la ilusión de un espacio, representando un local que se pierde en el fondo, como si la reja estuviera desarrollada en una tercera dimensión.

En España, durante el s. XVII, los rejeros se limitan casi por completo a repetir modelos anteriores, sin aportar novedad alguna. En un principio, se mantienen dentro de la sobriedad y monumentalidad de la segunda mitad del siglo anterior, pero pronto se enriquecen las rejas con motivos decorativos característicos del barroco, fundamentalmente de tipo vegetal. Ya en el s. XVIII, la r. española queda sometida a la influencia francesa y adolece de falta de originalidad, si bien suelen tener sus obras una gran. calidad técnica. De ese momento son las rejas construidas por orden de los Borbones españoles para los reales sitios; de edificios religiosos podríamos destacar la del nártex sotocoro del monasterio de S. María de Huerta (Soria), fechada en 1776; y, de entre las que decoran los edificios privados, las del palacio del marqués de Dos Aguas, en Valencia.

La r. europea recibe un duro golpe con la generalización, ya a fines del s. XVIII y sobre todo durante el XIX, del empleo del hierro fundido. En la producción de esos momentos domina la vulgaridad y la repetición, con una baja calidad artística. Pero, en la última década del siglo, toma cuerpo con el Art Nouveau una reacción contraria al hierro fundido y la rehabilitación del hierro forjado; protesta que tiene su precedente en el Arts and Crafts Movement (Movimiento de Artes y Oficios) de mediados de siglo. La superficie se solía martillear de forma que llevara claramente la huella de la producción humana, en contraste con los artículos producidos a máquina. Destacan entre otros Héctor Guimard (1867-1942), autor de las famosas entradas del Metro de París; Víctor Horta (1861-1946), Louis Majorelle (1859-1926) y, en España, Antonio Gaudí (v.; 1852-1926).

fotos_principales_rejas.doc

2 Responses to “EVOLUCIÓN DE LAS REJAS HISPANICAS”

  1. mdelbas dice:

    Molt útil la informació. S’ha extret d’un llibre/web… (podeu citar?) o és una versió extendida dels apunts?

  2. jaime bravo dice:

    Hola que tal…
    Mi nombre es Jaime Bravo y me ha resultado muy util esta información. Me encuentro realizando un seminario de investigacion en la facultad de arquitectura de la Universidad de Chile y quisiera saber de donde se extrajo, es un texto que se pueda citar?
    La información sobre rejería artistica es nula por aca y esto ha sido de gran ayuda, agradecería me informaras un poco sobre el origen y si tienes mas información.

    Saludos afectuosos

    Jaime Bravo

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